Esculturas de gran formato configuran espacios donde el espectador puede sumergirse en un extenso mundo sensorial. Es una obra que apela a los cinco sentidos e invita al público a explorar su cuerpo y su mente a través de un recorrido donde el tacto, el color, el olor y las diversas maneras de habitar son la esencia del medio artístico. El punto donde el arte se fusiona con la arquitectura constituye una plataforma de interacción entre los visitantes y sensibilidad corporal con el entorno.
Ernesto Neto es un artista brasileño nacido en la década de los sesenta en Río de Janeiro. Desde muy joven se interesó por la escultura, y aunque dice haber tenido en algunos momentos incertidumbre de su futuro como artista, siempre se ha dedicado a hacer lo que más le gusta; explorar los sentidos y las diversas experiencias que el mundo natural puede dar al hombre por medio de la materia.
Cuando Ernesto Neto habla de su trabajo, hace referencia a la identidad, intentando revelar al público que este es un proceso que se construye con relación a lo que nos rodea, a como actuamos y como nos comportamos frente a determinadas situaciones. Pero también, explica como dicha subjetividad esta ligada igualmente al estado del espíritu. El ser y el estar, adjetivos que lo han llevado a cuestionarse por la naturaleza de las cosas y los objetos en el estudio de las relaciones. ¿Qué influencia tiene un objeto frente a otro? En este sentido, la obra del rumano Constantin Brâncuși sirvió de inspiración para su trabajo, y para entender la interacción entre objetos, materiales y demás dinámicas que se desarrollan en cada uno de sus obras.
En algunas de sus primeras piezas, Ernesto Neto trabajó el equilibrio de placas metálicas sostenidas por un hilo. Allí cada objeto ejercía presión uno a otro y lograba mantenerse en pie al encontrar la estabilidad que le permitía combatir la gravedad. Pero luego, Neto descubrió que, de la tensión que lograba entre las placas, podía sacar un provecho "más dulce" —como él mismo lo llama—. Lo dramático de una relación en tensión siempre le fue de interés en ese entonces. Finalmente, esta es una posición donde los objetos logran un diálogo acertado para mantener el equilibro. Sin embargo, más que la tensión como un “elemento brutalista” —obedeciendo a las raíces constructivistas brasileñas— buscaba algo que se moviera entre figuras más orgánicas, continuas o amigables con las demás. Pretendía construir algo biológico.
Con diferentes anécdotas, el artista brasileño cuenta como en sus periodos de exploración se interesó en trabajar con balines de plomo. En un principio bien le sirvieron para seguir trabajando con placas metálicas, pero cuando descubrió las formas que lograba al meterlos en una bolsa encontró el medio que su obra seguiría. Su complemento llegó más tarde al descubrir un encanto por la especias. Especias que puso también en bolsas. Era una explosión de color, emoción, olor, algo muy sensorial que se detonaba poco a poco en el rastro onomatopéyico que dejaba cada bolsa al caer.
Para Neto, la acción detrás de la mancha que dejaban la especias, el dejar caer es parte del proceso y es este lo que genera una identidad del objeto. Entonces, si bien la obra es un elemento material, tiene detrás una acción artística que complementa la naturaleza de las bolsas. Es un accidente en el tiempo que habla de una narrativa, de la historia del elemento y su relación con los demás objetos. Sin embargo, cuando el enfoque de este proceso se vuelve vertical y salta, en vez de quedarse en la mancha, es cuando Neto, por primera vez, piensa en arquitectura.
A veces la gente tiende a relacionar mi trabajo con arquitectura, aunque yo creo que no tiene nada que ver. Pero quería trabajar en una galería y allí tener mis trabajos […] Ahí creamos este tipo de sueño utópico o paisaje de fantasía dentro del cuerpo
Ernesto Neto concibe sus obras como naturaleza. Pero, no solo como la naturaleza que se encuentra en el ambiente, sino también como la naturaleza al interior de cada individuo. Pues para él los paisajes que encontramos hoy en día son sumamente complejos. El hombre está acostumbrado a pensar en lo natural como algo externo, pero la verdad es que la naturaleza está también al interior de cada persona, "está en lo que hace, en lo que piensa y lo que produce", dice el artista. Es por esto que cada obra es entendida como una fantasía del cuerpo, pues Neto siempre ha pensado la arquitectura como algo animal, como una formulación que se asemeja a un cuerpo y no tanto a un espacio cuadrado. “La casa es el cuerpo, la tierra es el cuerpo", recuerda el artista haciendo referencia a la palabras de Lygia Clark.
La idea de pensar que la tierra es un cuerpo y no un paisaje quiere decir que vamos a tener una relación diferente con ella. Formamos parte de la tierra y debemos pensar en nuestra presencia en su interior como si estuviéramos insertos en el bosque
Las piezas de Ernesto Neto se adaptan a la arquitectura del edificio como órganos de un cuerpo. El trabajo entre las telas y el edificio conforman tanto la obra como su misma estructura. Es una simbiosis entre la galería y el objeto expuesto donde el resultado son espacios dramáticamente sensoriales. El minimalismo abstracto queda a un lado permitiendo a los visitantes experimentar un ambiente inusual por el cual pueden caminar, permanecer e interactuar con las demás personas.
Son espacios irreales que juegan entre diferentes disciplinas; antropología, arquitectura, biología, física, sociología, cine y literatura para convertirse en esculturas naturales que acogen la vida y las diferentes maneras de habitar en una pieza artística. Es la manera de sintetizar la idea de un organismo y de pensar arquitectónicamente un cuerpo biológico.
No es la representación de un cuerpo, es un cuerpo. Es un desnudo contemporáneo